viernes, 1 de abril de 2016

29 de abril, SANTA CATALINA DE SIENA

BIOGRAFIA DE SANTA CATALINA DE SIENA


Resultado de imagen de santa catalina de siena
Catalina Benincasa nació en la ciudad de Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Hija número 23 de Jacobo y Lapa Benincasa, desde niña se destacó por su inteligencia y religiosidad. Los biógrafos señalan que su primera visión, su voto de virginidad y el pueril intento de hacerse eremita los manifestó entre los 6 y 8 años.
Su madre se oponía a sus deseos de vida de piedad e intentó por todos los medios que elija la vida matrimonial. Aprovechando una enfermedad que le produce su paso de la niñez a la edad adulta, consigue que su madre realice las gestiones necesarias para que la admitan en la Tercera Orden de Penitencia de Santo Domingo. Las terciarias eran todas mayores o viudas. La admisión de Catalina, que en ese entonces tenía 16 años, fue una excepción.
A pesar de la fragilidad de su salud, su fisonomía y carácter estaban dotados de una vitalidad singular. Era una mujer corriente, como tantas otras. Poseía sin embargo algo de que muchas carecen: fuerza de voluntad y tenacidad para seguir el camino que se ha señalado. Con tesón y esfuerzo hizo caso a las inspiraciones de la gracia, que Dios concede en abundancia a todos los cristianos.
Catalina fue, por naturaleza, optimista. Habla más de los éxitos en la vida espiritual que de las derrotas, de los pecados. Si hace referencia a éstos, siempre los complementa con la siguiente reflexión “Por mucho que el hombre esté inclinado a pecar, está Dios mucho más inclinado a perdonar”.
Supo armonizar su vida seglar y activa con largas horas de oración y como no siempre podía estar retirada en una habitación o celda, imaginó y logró llevar esa habitación y celda consigo, dentro de su corazón: no perdió el recogimiento interior y la intención de agradarle a Dios en medio de las gestiones que tuvo que llevar a cabo en el mundo.
Sin pretenderlo, a los 18 años Catalina comienza a convertirse en el centro de un grupo de personas que aspiran a una vida espiritual más intensa, sobre todo entre las terciarias. Sus dotes naturales, su espíritu dominicano y su deseo constante de entrega a Dios, además de sus gracias sobrenaturales, hace que todos se fijen más en su vida, que es de penitencia y de caridad con el prójimo.
Los dominicos de Siena también la adoptan como maestra espiritual. La conocen a través de su concuñado Fray Tomás Della Fonte, religioso del convento Santo Domingo de Siena, que vivió en la casa de Catalina tras la muerte de sus padres hasta su ingreso en la Orden Dominicana. Como sólo podía salir del convento con un acompañante, fue presentando sus hermanos de hábito a Catalina, como Fray Bartolomé Dominici y Fray Tomás de Nacci (Caffarini) que luego de conocerla se convierten en sus discípulos. Fray Tomás Della Fonte fue su confesor durante la mayor parte de su vida.
El radio de acción e influencia de este grupo en torno a Catalina va creciendo. Procura atender a todos lo que se acercan a ella en lo material y en lo moral. En su interior, prosigue su sencillez como una mujer corriente de su tiempo. En medio de una vida dura y difícil, por su salud y por su pobreza, su espíritu no se quebranta ni material ni moral ni espiritualmente.
Su influencia y su nombre van llenando la ciudad de Siena. Sin embargo, no todos están contentos con su aura popular. Los ayunos, éxtasis y otras manifestaciones no ordinarias que padecía eran discutidos y puestos en duda por muchos que pretendían desautorizarlas.
De todas formas, su fama se extiende a Pisa, Florencia, Milán, Lucca y otras ciudades de Italia.
Además de una gran labor social, desempeñó una importantísima actuación pública convirtiéndose en una heroica defensora del Papado durante el período de su sede en Avignon, interviniendo en las gestiones para que éste sea restituido a Roma. En 1378, medió en la paz entre Florencia y Gregorio XI, y preparó la adhesión de Nápoles a Urbano VI.
El socorro al prójimo, a la comunidad cristiana y a la jerarquía eclesiástica no brota de su corazón bondadoso, sino de su amor al Señor.3 En ese sentido, nos ha dejado un valioso legado espiritual a través de la correspondencia epistolar que mantuvo durante su vida. Sus escritos, dictados a sus discípulos porque no sabía escribir, son una muestra palpable de su reflexión. La primera carta que se conserva fue dirigida a Fray Tomás Della Fonte en 1368. En su libro “El Diálogo” expone la relación de Dios con el hombre. Asimismo, Santa Catalina desarrolla la doctrina del “puente”: Cristo como mediador entre Dios y los hombres.
Falleció en Roma el 29 de abril de 1380, a los 33 años de edad. Fue canonizada por Su Santidad el Papa Pío II en 1461 y su fiesta se celebra el 29 de abril. El 4 de octubre de 1970 es proclamada doctora de la Iglesia por Su Santidad el Papa Pablo VI, junto con Santa Teresa de Avila. Fueron las primeras mujeres proclamadas doctoras de la Iglesia. El arte la representa con la corona de espinas, la cruz y lirios.
La figura de Santa Catalina de Siena fue dada a conocer a los habitantes de Buenos Aires gracias a la celebración de la fiesta de la Santa que se realizaba todos los años en la iglesia que lleva su mismo nombre.



ORACIÓN A SANTA CATALINA


Resultado de imagen de santa catalina de siena¡Oh gloriosa virgen Catalina!, a medida que os consideramos reconocemos en vos a la Mujer Fuerte de los Libros Santos, el prodigio de vuestro siglo, la antorcha luminosa de la Iglesia, la criatura dotada de incomparables dones y que supo reunir las dulces y modestas virtudes de las vírgenes prudentes a la intrepidez y al valor de los héroes. Volved, os rogamos, desde el cielo, vuestros ojos sobre la barca de Pedro, agitada por la tempestad, y sobre su augusto jefe, que ora, vela, gime, exhorta, combate y espera. Mostrad hasta donde llega vuestro poder cerca de Dios, obteniéndonos a todos el celo para adelantar en las virtudes evangélicas, especialmente en la humildad, la prudencia, la paciencia, la bondad y la diligencia en la práctica de los deberes de nuestro estado. Mantened la concordia de nuestra gran familia y convertid a la Fe a los incrédulos del mundo entero; obtened para nuestra patria la paz verdadera, es decir cristiana, para nuestra Santa Madre la Iglesia el triunfo completo sobre el mal.

EL DIALOGO


PARTE I
Cómo ser útil en la salvación del mundo y la reforma la Iglesia

No el sacrificio, sino el amor que le acompaña, es lo que satisface por los pecados propios o ajenos

Capítulo I

La expiación de los pecados propios y ajenos

Entonces Dios, la Verdad Eterna, le dijo a esta alma:
«Debes saber, hija mía, que todas las penas que sufre el alma en
esta vida no son suficientes para expiar la más mínima culpa, ya que la
ofensa hecha a mí, que soy Bien infinito, requiere satisfacción infinita.
Mas si la verdadera contrición y el horror del pecado tienen valor
reparador y expiatorio, lo hacen, no por la intensidad del sufrimiento
(que siempre será limitado), sino por el deseo infinito con que se
padece, puesto que Dios, que es infinito, quiere infinitos el amor y el
dolor; dolor del alma por la ofensa cometida contra su Creador y
contra su prójimo.
[La satisfacción infinita por lo infinito del amor y del dolor se
verifica plenamente en Jesucristo por la unión de la naturaleza humana
con la divina. La santa habla del deseo infinito, refiriéndose a la
persona que está unida a Jesucristo por la gracia, cuando por lo
ilimitado de sus aspiraciones, quiere reparar a la infinita dignidad y
santidad de Dios ofendida por el pecado de los hombres.]
Los que tienen este deseo infinito y están unidos a mí por el amor,
se duelen cuando me ofenden o ven que otros me ofenden. Por esto,
toda pena sufrida por estos, tanto espiritual como corporal, satisface
por la culpa, que merecía pena infinita.
Todo deseo, al igual que toda virtud, no tiene valor en sí sino por
Cristo crucificado, mi unigénito Hijo, en cuanto el alma saca de Él el
amor y sigue sus huellas; sólo por esto vale, no por otra cosa.

De este modo, los sufrimientos y la penitencia tienen valor
reparador por el amor que se adquiere por el conocimiento de mi
bondad y por la amarga contrición del corazón. Este conocimiento
engendra el odio y disgusto del pecado y de la propia sensualidad
[pues ve en ella la raíz de su pecado] y hace que el alma se considere
indig0na y merecedora de cualquier pena. Así puedes ver cómo los
que han llegado a esta contrición del corazón y verdadera humildad, se
consideran merecedores de castigo, indignos de todo premio y lo
sufren todo con paciencia.
Tú me pides sufrimientos para satisfacer por las ofensas que me
hacen mis criaturas y pides llegar a conocerme y amarme a mí. Este es
el camino: que jamás te salgas del conocimiento de tu miseria; y una
vez hundida en el valle de la humildad, me conozcas a mí en ti. De
este conocimiento sacarás todo lo que necesitas.
Ninguna virtud puede tener vida en sí sino por la caridad y la
humildad. No puede haber caridad si no hay humildad. Del
conocimiento de ti misma nace tu humildad, cuando descubres que no
te debes la existencia a ti misma, sino que tu ser proviene de mí, que
os he querido antes que existieseis. Además, os creé de nuevo con
amor inefable cuando os saqué del pecado a la vida de la gracia,
cuando os lavé y os engendré en la sangre de mi unigénito Hijo,
derramada con tanto fuego de amor.
Por esta sangre llegáis a conocer la verdad, cuando la nube del
amor propio no ciega vuestros ojos y llegáis a conoceros a vosotros
mismos.
[La gran Verdad, que supera toda ciencia, del Dios amor para con
el hombre se nos revela en la Sangre. «En Cristo Crucificado, y
principalmente en su sangre, conoce —el alma— el abismo de la
inestimable caridad de Dios» (Carta 40)]


Del amor procede el valor expiatorio del sufrimiento
El alma que se conoce a sí misma y conoce mi bondad, se
enciende tanto en amor hacia Mí, que está en continua pena; no con
aflicción que la atormente y la seque (antes al contrario, la nutre), sino
porque reconoce su propia culpa y su ingratitud y la de los que no me
aman. Siente así una pena intolerable, y sufre porque me quiere. Si no
me quisiese, nada sentiría. De ahí que tenga que sufrir mucho, hasta la
hora de la muerte, por la gloria y alabanza de mi nombre.

Por tanto, sufrid con verdadera paciencia, doliéndoos de vuestra
culpa y amando la virtud, por la gloria y honor de mi nombre.
Haciéndolo así, daréis satisfacción por vuestras culpas; y las penas
que sufráis serán suficientes, por el valor de la caridad, para que os las
premie en vosotros y en los demás. En vosotros, porque no me
acordaré jamás de que me hayáis ofendido. En lo demás, porque por
vuestra caridad, yo les daré mis dones en conformidad con las
disposiciones con que los reciban.
Perdonaré particularmente a los que humildemente acojan las
enseñanzas que yo les transmito a través de mis siervos, porque por
ellas llegarán a este conocimiento verdadero y a la contrición de sus
propios pecados. De suerte que por medio de la oración y del deseo de
vivir mis enseñanzas, recibirán la gracia en mayor o menor grado
según sea su disposición.
A no ser que sea tanta su obstinación, que quieran ser reprobados
por mí por despreciar la Sangre del Cordero, Jesucristo, con la que
fueron comprados con tanta dulzura. Pero la mayor parte, por sus
deseos de reparación, recibirán el perdón de sus pecados y este
beneficio: que yo hago despertar en ellos el perro de la conciencia,
sensibilizándoles para que perciban el perfume de la virtud y se
deleiten en las cosas espirituales.
[La conciencia es como un perro, porque ella es la que se encarga
de avisar la presencia del pecado o de las faltas en el alma.]
¿Cómo lo hago? Permito a veces que el mundo se les muestre en
lo que es, haciéndoles sufrir de muchas y variadas maneras con objeto
de que conozcan la poca firmeza del mundo y deseen su propia patria:
la vida eterna. Por estos y otros muchos modos, que mi amor ha
ideado para reducirlos a la gracia, yo los conduzco, a fin de que mi
verdad se realice en ellos.
[La verdad de Dios, que debe realizarse en el hombre mediante su
colaboración, no es otra que el fin supremo que Dios tuvo al crearle.
«En la sangre de Cristo crucificado conocemos la luz de la suma,
eterna verdad de Dios, que nos creó a su imagen y semejanza por
amor y gracia, no por deuda u obligación. La verdad fue ésta: que nos
creó para su gloria y alabanza y para que gozásemos y gustásemos de
su eterno y sumo Bien» (Carta 227)]

Me obliga a obrar así con ellos el amor con que los creé y también
la oración, los deseos y sufrimientos de mis siervos, porque yo soy
quien les induce a amar y a sufrir por las almas.

Los que se obstinan, se pierden irremisiblemente

Pero para aquellos necios que son ingratos para conmigo y para                 
con los sufrimientos de mis siervos, se les convierte en ruina y enmateria de juicio todo lo que se les había dado por misericordia; no
por defecto de la misericordia misma, sino por su dureza de corazón.
Si persisten en su obstinación, pasado el tiempo, no tendrán
ningún remedio, porque no devolvieron la dote que yo les di al darles
la memoria, para que recordaran mis beneficios; el entendimiento,
para que conociesen la verdad, y la voluntad, para que me amasen a
mí. Este es el patrimonio que os di, y que debe retornar a mí, que soy
vuestro Padre.
A los que vendieron y malbarataron este patrimonio, entregándolo
al demonio, —dejándose llevar de los placeres deshonestos, de la
soberbia, del amor de sí mismo y del odio y desprecio del prójimo—
cuando les llegue la muerte, éste les exigirá lo que en esta vida
adquirió. Por el desorden de la voluntad y la confusión de su
entendimiento, reciben pena eterna, pena infinita, porque no repararon
su culpa arrepintiéndose y odiando el pecado.

Resumen y exhortación

Ves cómo los sufrimientos y la penitencia satisfacen por la culpa,
a causa de la contrición perfecta del corazón, no por lo limitado de los
sufrimientos mismos. Esta satisfacción es total en los que llegaron a la
perfección de la caridad: satisface tanto la culpa como el castigo que
le sigue. En los demás, los sufrimientos satisfacen sólo por la culpa, y
lavados del pecado mortal, reciben la gracia; pero, siendo insuficientes
su contrición y su amor para satisfacer por el castigo, tienen que
expiarlo en el purgatorio.
El sufrimiento, por tanto, repara el pecado por la caridad del alma
que está unida a mí, que soy bien infinito, y esto en mayor o menor
grado según la medida del amor con que me ofrece sus oraciones y sus
deseos.

Atiza, por tanto, el fuego del amor y no dejes pasar un solo
momento sin que humildemente y con oración continua clames por los
pecadores, sufriendo varonilmente y muriendo a toda sensualidad.
Dios se complace en estos deseos de padecer por Él, porque son
expresión del amor
Me agrada mucho que deseéis sufrir cualquier pena y fatiga hasta
la muerte por la salvación de las almas. Cuanto más uno sufre, más
demuestra que me ama, y, amándome, conoce más mi verdad; y
cuanto más me conoce, más le duelen y se le hacen intolerables las
ofensas que se me hacen.
Tú me pedías poder sufrir y ser castigada por los pecados del
mundo, sin advertir que lo que me pedías era amor, luz y
conocimiento de la verdad. Porque ya te dije que cuanto mayor es el
amor, más crece el dolor y el sufrimiento. Por esto os digo: Pedid y
recibiréis; yo jamás rechazo a quien me pide en verdad.
Cuando en un alma reina la divina caridad, va tan unido este amor
con la perfecta paciencia, que no se pueden separar el uno de la otra, y,
al disponerse a amarme, se dispone a pasar por mí todas las penas que
yo le quiera enviar, sean las que sean. Sólo en el sufrimiento se
demuestra la paciencia, la cual, como te he dicho, está unida con la
caridad.
Sufrid, pues, virilmente, si es que queréis demostrarme vuestro
amor, siendo gustadores de mi honor y de la salvación de las almas.
[Son gustadores de la honra de Dios y de la salvación de las
almas los que no sólo tienen hambre de la gloria de Dios y del bien de
las almas, sino que saborean y se alimentan de este deseo —Mi
alimento es hacer la voluntad del que me envió (Juan 4, 34)—, y lo
gustan. Los bienaventurados del cielo son los verdaderos gustadores;
los que gustan ya de modo definitivo esta verdad.] por la Verdad, el sacrificio y la caridad. Amén.





BIBLIOGRAFÍA





















El autor, con el vigor, amenidad y la maestría que le caracterizan, nos acerca a la historia de Catalina de Siena y a la gran misión para la que Dios le había destinado. Catalina Benincasa fue una bella muchacha que se negó a hacer planes para su matrimonio. Pero no ha pasado a la historia por eso, sino por la extraordinaria época que le tocó vivir, los años en que los Papas vivieron apartados de Roma, en Aviñon, y por su actitud valiente ante las dificultades. Catalina levanta su voz frente a los príncipes y a los cardenales; se dirige con ímpetu filial al Papa, para que regrese a Roma; se empeña en batallar por una paz difícil. Estas circunstancias históricas, tan fuera de lo ordinario, son las más adecuadas para que Louis de Wohl haya escrito un relato apasionante, en el que la incansable e intrépida actividad de Catalina de Siena queda admirablemente enmarcada por los acontecimientos de su época. La sugestiva habilidad literaria del autor y el impecable estilo que le caracteriza componen una novela histórica de grandes valores culturales y de amenidad cautivadora.






  • Tapa blanda: 368 páginas
  • Editor: Ediciones Palabra, S.A.; Edición: 11 (1 de noviembre de 1988)
  • Colección: Arcaduz
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 8490610762
  • ISBN-13: 978-8490610763
  • Al asalto del cielo/colección Arcaduz




FILMOGRAFÍA