domingo, 28 de agosto de 2016

14 de septiembre, LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ





Exaltación de la Santa Cruz





























La Exaltación de
la Santa Cruz


14 de Septiembre

La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: "Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles".

Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión.

La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron "Veracruz"(verdadera cruz).

Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: "Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio". Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "La tristeza no produce ningún fruto bueno". Y le aconsejó: "Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz". La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.
Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante?

Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.
http://www.ewtn.com/La Exaltación de la Santa Cruz


Retrato de Exaltación de la Santa Cruz

Cuán pocos son los que aman la Cruz de Cristo.

Por Tomás de Kempis, del libro Imitación de Cristo

Libro segundo: De la conversión interior

Del Amor a la Santa Cruz de Cristo.

1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven su cruz.

Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación.

Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia.

Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieren sufrir algo por Él.

Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión.

Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz.

Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades.

Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de Él algunas consolaciones: mas si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego de quejarían o desesperarían mucho.

2. Mas los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, bendícenle en toda la tribulación y angustia del corazón, tan bien como en consolación.

Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.

3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor!

¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones?

¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus provechos y ganancias?

¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde?

4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas las cosas.

Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura?

Es tesoro inestimable y de lejanas tierras.

Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada.

Si hiciere gran penitencia, aún es poco.

Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria.

Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio.

Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada.

5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llámese en la verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo.

Cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, aún decid: Siervos somos sin provecho.

Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque uno solo y pobre soy.

Ninguno todavía hay más rico, ninguno más poderoso, ninguno más libre, que aquel que sabe dejarse a sí y a toda cosa, y ponerse en el más bajo lugar.


LA CRUZ, EXTREMO DE AMOR

La Santa Cruz es trono para Nuestro Señor Jesucristo. Tan noble Rey venció en ella al pecado y la muerte, no al modo humano, sino al misterioso modo divino.

El odio de los hombres combatió contra su mismo Redentor, pero venció el Amor de Jesús por los hombres. Estos se unieron para atormentar a Jesús e irrumpieron contra Él; y Él soportó todo tormento y se sometió a la misma muerte, con la mansedumbre de un cordero. Su Cuerpo divino, llagado de amor, no encontró otro descanso que la Cruz.

Mientras Jesús sufría, amaba. Nos devolvió con amor tanta ofensa. Tanta ofensa hecha por cada uno de nosotros día a día. Y es en virtud de ese amor unido al sufrimiento que Él gustaba una gran felicidad: la de salvar el género humano. Se sometió a la muerte para darnos vida. Fue en la Cruz donde nos conquistó el perdón de su Padre.

¿Por qué Señor tanta mansedumbre, tal gozo entre tantos expertos de muerte? Precisamente se debe a que el cáliz de la Pasión Él lo tomó no de la mano de sus enemigos, sino de las del Padre; y por consiguiente lo tomó con amor infinito.

He aquí el secreto de padecer con mérito y con gloria: recibir las tribulaciones, no de las manos de los hombres, sino de las de Dios. El dolor en esta tierra es inevitable: lo vemos a nuestro alrededor en diversas manifestaciones. Está claro que el dolor no se puede evitar siempre. Pero también está claro que el amor tiene su precio: y siempre resulta un precio amable –y hasta “barato”- en la medida, precisa, del amor.

Este es el secreto del amor de Dios por los hombres, y del mismo modo puede ser el secreto del gozo de los mártires. También será el gozo de cualquier cristiano que reciba un aumento del amor de Dios. Así como entendemos claramente –sin una duda- que vale la pena gastarse por un amigo, un familiar, una persona querida, del mismo modo a los que aman a Dios les resulta fácil “gastarse” –o sacrificarse- por Él.

A veces a quienes queremos les regalamos u ofrecemos lo que se nos ocurre. En otras ocasiones, con mucha confianza, esas personas queridas nos solicitan algo –a veces con urgencia- y ésa es la piedra de toque del amor. Cuando rápidamente decimos que sí a lo que nos cuesta –inesperadamente- es porque amamos sinceramente a esa persona.

Con Dios sucede otro tanto. A veces le ofrecemos a Dios “sacrificios” que nos parece le gustarán, y otras es Él mismo quien golpea a nuestra puerta pidiéndonos algo: a través de otras personas o directamente.

Jesús cargó con la Cruz y nos invita a que cada uno de nosotros lo imitemos también en esto. No hay camino sin Cruz. Dios regala la Cruz a quienes ama, a quienes quiere regalar también con muchos otros bienes. Ese es el sentido de las palabras del Apóstol: “No quiero otra cosa que Jesús y Jesús crucificado.”

En la Cruz nos encontramos y unimos a Cristo. Busquémoslo siempre allí. Él, con sus brazos extendidos, nos espera para regalarnos el abrazo de su infinito amor.

EXAMEN
Meditemos en la presencia de Dios cuáles son los “vestidos reales” de que debemos despojarnos, a imitación de Heraclio, para cargar con alegría nuestra Cruz de cada día.

Meditemos también como llevamos nuestra Cruz: si ella es para nosotros ocasión de que nos rebelemos contra Dios, o si más bien, nos acerca a Jesús y nos hace vivir, a imitación de Él, el amor hasta el extremo, para con Dios y nuestros hermanos.

Pidámosle a Jesús que nos enseñe a ver siempre la mano divina en toda pena nuestra.

OREMOS
Reine el Señor crucificado
levantando la cruz donde moría;
nuestros enfermos ojos buscan luz,
nuestros labios, el río de la vida.

Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
sacramento de nuestra eterna dicha. Amén

(Fragmentos del Himno de Laudes de la Fiesta de la exaltación de la Cruz. Liturgia de las Horas)


Homilía Casa Santa Marta, 14 de septiembre de 2013

Papa Francisco

Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz. Pero en el 628 el emperador Heraclio recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

“¡Dios hace este recorrido por amor! No hay otra explicación: sólo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. Miramos esta Cruz, donde se puede probar esa miel de aloe, esa miel amarga, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es tan grande y nosotros solos no podemos ver bien este misterio, no tanto para comprender, sí, comprender..., sino sentir profundamente la salvación de este misterio. Ante todo el misterio de la Cruz. Sólo se puede comprender un poquito de rodillas, en la oración, pero también a través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio”.


SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ


Al celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, suplicaste al Señor, con todas las veras de tu alma, que te concediera su gracia para "exaltar" la Cruz Santa en tus potencias y en tus sentidos... ¡Una vida nueva! Un resello: para dar firmeza a la autenticidad de tu embajada..., ¡todo tu ser en la Cruz! —Veremos, veremos.
Forja, 517

Señal de victoria
Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural (...).
En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección.
Via Crucis, II estación, n. 5.

La forja de la Cruz
Cada día un poco más —igual que al tallar una piedra o una madera—, hay que ir limando asperezas, quitando defectos de nuestra vida personal, con espíritu de penitencia, con pequeñas mortificaciones, que son de dos tipos: las activas —ésas que buscamos, como florecicas que recogemos a lo largo del día—, y las pasivas, que vienen de fuera y nos cuesta aceptarlas. Luego, Jesucristo va poniendo lo que falta.
—¡Qué Crucifijo tan estupendo vas a ser, si respondes con generosidad, con alegría, del todo!
Forja, 403

Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo —la soberbia, la sensualidad...—, se superan con oración y penitencia. Y rezar y mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo. Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que tienes, desaparecen.
Via Crucis, estación X, n. 4

La alegría en la Cruz
Recordad las palabras de Cristo: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, lleve su cruz cada día y sígame. ¿Lo veis? La cruz cada día. Nulla dies sine cruce!, ningún día sin Cruz: ninguna jornada, en la que no carguemos con la cruz del Señor, en la que no aceptemos su yugo. Por eso, no he querido tampoco dejar de recordaros que la alegría de la resurrección es consecuencia del dolor de la Cruz.

No temáis, sin embargo, porque el mismo Señor nos ha dicho: venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis el reposo para vuestras almas; porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Venid —glosa San Juan Crisóstomo—,no para rendir cuentas, sino para ser librados de vuestros pecados; venid, porque yo no tengo necesidad de la gloria que podáis procurarme: tengo necesidad de vuestra salvación... No temáis al oír hablar de yugo, porque es suave; no temáis si hablo de carga, porque es ligera.

El camino de nuestra santificación personal pasa, cotidianamente, por la Cruz: no es desgraciado ese camino, porque Cristo mismo nos ayuda y con El no cabe la tristeza. In lætitia, nulla dies sine cruce!, me gusta repetir; con el alma traspasada de alegría, ningún día sin Cruz.
Es Cristo que pasa, 176






FILMOGRAFÍA










ORACIONES

Novena a la Santa Cruz


A LA SANTA CRUZ
 

Venid oh cristiano
La Cruz adoremos,
La Cruz ensalcemos
De nuestro Jesús.

Dichosa esa alma
Que tiene presente
A quien con ardiente
 Afecto le amó.

¡Oh Cruz adorable
Yo te amo, te adoro.
De gracias tesoro,
Emblema de amor!

Quisiera imprimirte,
Grabarte en mi pecho,
En llanto deshecho,
Deshecho de amor.

¡Oh almas amantes!
Venid al reposo,
Jesús que amoroso
La Cruz abrazó.