miércoles, 15 de junio de 2016





Breve biografía de san Josemaría Escrivá de Balaguer, por José Luis Illanes

En su predicación, san Josemaría Escrivá de Balaguer –son palabras, pronunciadas por Juan Pablo II el 6 de octubre de 2002, durante la solemne Misa de canonización– no cesaba de “invitar a que la vida interior, es decir, la vida de relación con Dios, y la vida familiar, profesional y social, hecha de pequeñas realidades terrenas, no estuvieran separadas, sino que constituyeran una única existencia ‘santa y llena de Dios’”. Estas afirmaciones constituyen un buen resumen del mensaje de san Josemaría y, a la vez, de su figura, ya que mensaje, actividad sacerdotal y figura humana estuvieron en él fundidas en unidad.


ÉPOCA DE BARBASTRO Y LOGROÑO




San Josemaria con sus hermanos, Santiago y Carmen.



Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Su familia entronca, por ambas ramas, con la tradición cultural y cristiana de España, así como con la personalidad y las tradiciones de Aragón. Recibió de sus padres –José Escrivá y Corzán y María de los Dolores Albás y Blanc– un claro ejemplo de fe y de piedad recias y sinceras. En Barbastro fue bautizado y allí completó su iniciación cristiana. Fue alumno del Colegio de los PP. Escolapios de Barbastro, donde cursó la enseñanza primaria y comenzó los estudios de Bachillerato, que terminó en el Instituto Nacional de Logroño, donde se había trasladado la familia en 1915.


José Escrivá y Dolores Albás tuvieron una primera hija, Carmen, nacida en 1899, a la que siguió Josemaría y luego otras tres hermanas. Los inicios de la década de 1910 constituyeron un periodo de prueba para la familia, marcado por el fallecimiento de las tres hijas menores y un fuerte revés económico que provocó la marcha desde Aragón a la cercana Rioja. Todo esto dejó huella en Josemaría, pero no agrió su carácter. Siguió siendo un joven espontáneo y abierto, que proseguía con aplicación sus estudios. A la edad de 16 años, al contemplar, en un día de crudo invierno, las huellas dejadas por un carmelita descalzo al caminar por las calles nevadas de Logroño, sintió como un aldabonazo en lo más profundo de su alma.

Comenzó entonces a sentir que Dios quería algo de él, pero no sabía lo que era. En esa tesitura decidió abandonar los proyectos profesionales que había venido considerando –estudiar Arquitectura–, para hacerse sacerdote, persuadido de que así podría ser instrumento plenamente disponible para el cumplimiento del querer de Dios. Siguió un largo periodo de fe y de oración intensas, pidiendo a Dios que le manifestara ese querer que había barruntado, pero sin alcanzar todavía a percibirlo del todo. Domine, ut videam! (¡Señor, que vea!) Domine ut sit!, Domina, ut sit! (¡Señor, que sea! ¡Señora, que sea!) fueron durante años jaculatorias, repetidas de continuo, bien expresivas de su vida de oración y de su firme determinación de poner por obra lo que Dios quisiera.

ZARAGOZA: ORDENACIÓN SACERDOTAL
En 1918 inició los estudios eclesiásticos, como alumno externo, en el Seminario de Logroño, y los prosiguió a partir de 1920 –ya como alumno interno– en Zaragoza, residiendo en el Seminario de San Francisco de Paula y acudiendo a las aulas del seminario conciliar, que tenía en aquel momento rango de Universidad Pontificia. En 1922 el Cardenal Arzobispo de Zaragoza, don Juan Soldevila, que apreció pronto sus cualidades espirituales y humanas, le confirió el cargo de Inspector en el Seminario de San Francisco de Paula, en el que vino por tanto a ejercer durante años funciones de Superior. Junto a su formación teológica, se cimentó su formación espiritual, con la frecuente lectura de clásicos de la literatura espiritual y sobre todo con su personal oración: más de una noche pasó largas horas ante el Sagrario de la iglesia del Seminario, en diálogo íntimo y confiado con el Señor, y sus visitas a la Virgen del Pilar, tan unida a la piedad zaragozana, fueron prácticamente diarias.

San Josemaria en 1922


San Josemaria en el seminario de Zaragoza, en 1922.

Ya avanzados los estudios teológicos y obtenida la oportuna autorización de sus superiores, comenzó en 1923 los estudios de Derecho Civil en la Universidad de Zaragoza, que cursó aprovechando, primero, los periodos de vacaciones estivales y, después, el tiempo del que le permitieron disponer sus ocupaciones pastorales. La realización de los estudios de Derecho obedecía a un deseo manifestado por su padre, años atrás, cuando le dio a conocer la decisión de hacerse sacerdote. Su presencia en las aulas de la Facultad de Derecho y el trato con profesores y alumnos de ese centro docente, constituyeron, sin duda, una experiencia que contribuyó a enriquecer su personalidad y a prepararle para la orientación que posteriormente debería dar a su vida y a su actividad.

Ordenado diácono el 20 de diciembre de 1924, recibió el presbiterado el 28 de marzo de 1925. Poco antes de la consagración sacerdotal, en noviembre de 1924, falleció su padre. La familia –su madre, su hermana Carmen y un hermano pequeño, Santiago, nacido en 1919– dejó Logroño para trasladarse a Zaragoza, quedando en gran parte a su cargo. Josemaría inició su ministerio sacerdotal en la parroquia de Perdiguera (de la diócesis de Zaragoza), y lo continuó luego en Zaragoza.

MADRID: LA FUNDACIÓN DEL OPUS DEI
Completada la Licenciatura en Derecho, el deseo de proseguir esos estudios hasta la obtención del Doctorado –reservado entonces a la Universidad de Madrid, que tenía la condición de Universidad Central– le llevaron, unido a otros factores, a trasladarse, junto con su familia, a la capital de España. En la primavera de 1927 se instaló en Madrid, en donde desarrolló una incansable labor sacerdotal de atención a pobres y desvalidos de los barrios extremos, y en especial a los incurables y moribundos de los hospitales de Madrid. Se hizo cargo de la capellanía del Patronato de Enfermos, labor asistencial de las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón. La preparación de miles de niños para la primera Confesión y la primera Comunión y los recorridos por las barriadas populares de un Madrid en plena expansión, con los problemas sociales consiguientes, le ocuparon muchas horas en una intensa dedicación al ejercicio del ministerio. La necesidad de allegar fondos para sostener a su familia –en situación económica muy precaria–, le llevó a ser profesor en una academia universitaria, especializada en los estudios jurídicos. Todo esto, unido a una oración, mortificación y penitencia perseverantes, hizo que aquellos años constituyeran una verdadera “prehistoria” del Opus Dei, es decir, un periodo de profundización espiritual que le preparaba para acoger lo que Dios se disponía a manifestarle.

El 2 de octubre de 1928, durante unos ejercicios espirituales, el Señor le mostró con claridad lo que hasta ese momento había solo barruntado. Nació así el Opus Dei, como realidad marcada a fuego en el alma de un joven sacerdote que dedicó desde entonces a ese fin todas sus energías. En un primer momento, la natural humildad y una cierta prevención ante el proliferar de fundaciones, le llevó a preguntarse si no existiría ya una institución que realizara los ideales que Dios le había mostrado. No obstante, desde el mismo 2 de octubre, comenzó a buscar quienes pudieran entenderlo. Pronto percibió sin embargo que no había nada que correspondiera a lo que Dios deseaba de él. Movido siempre por el Señor, el 14 de febrero de 1930 comprendió que debía extender el apostolado del Opus Dei también entre las mujeres.

Se abría así en la Iglesia un nuevo camino, dirigido a promover, entre personas de todas las clases sociales, la búsqueda de la santidad y el ejercicio del apostolado, mediante la santificación del trabajo ordinario, en medio del mundo y sin cambiar de estado. Fue también en 1930 cuando, el comentario incidental de una de las personas con las que hablaba (“¿cómo va esa obra de Dios?”) le llevó a pensar que ese podría ser el nombre de la empresa apostólica que estaba llamado a promover. La expresión “Obra de Dios” ponía de manifiesto, de una parte, su profunda convicción de estar cumpliendo un querer divino, a la par que expresaba muy bien su contenido: vida ordinaria, trabajo profesional, convertido, por la oración y la entrega personales, en obra de Dios, en Opus Dei, trabajo hecho cara a Dios y en servicio de todos los hombres.

El núcleo del mensaje transmitido por el fundador del Opus Dei fue, sin duda, el anuncio de la llamada universal a la santidad en el ejercicio del trabajo profesional ordinario. Treinta años antes del Concilio Vaticano II, hablando de la plenitud de la vida cristiana, formulaba con sobrenatural audacia este juicio: “Tienes obligación de santificarte. —Tú también. —¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: ‘Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto’” (Camino, n. 291). La llamada universal a la santidad en el propio trabajo no supone –lo repitió muchas veces– una disminución de las exigencias y de los horizontes que evoca, en la conciencia cristiana, el vocablo “santidad”. Al contrario, implica recordar a todos y a cada uno de los hijos e hijas de la Iglesia que a todos ellos, estén donde estén, sea cuales sean sus cualidades, les están dirigidas las palabras del Evangelio, la invitación a seguir a Cristo que deriva del Bautismo. La plenitud de vida cristiana habrá de alcanzarla, por tanto, el fiel corriente en el lugar y condición que tiene en la sociedad terrena, haciendo de su trabajo ordinario –a imitación de la vida oculta de Cristo– ocasión de santidad y de servicio a Dios y a sus hermanos.

Ese fue el mensaje que, desde el 2 de octubre de 1928, difundió el fundador del Opus Dei y el que fue atrayendo a su alrededor un grupo de personas, pequeño en los primeros momentos, pero destinado a crecer. Mientras tanto el contexto social en que se desarrollaba la vida de san Josemaría experimentaba cambios y tensiones. La situación económica familiar siguió siendo difícil. También cambiaron sus encargos pastorales. En 1931 dejó el Patronato de Enfermos y asumió la función, primero de capellán y después, en 1934, de rector del Patronato de Santa Isabel. Allí, en la sacristía de Santa Isabel, después de un oración personal especialmente viva, puso por escrito lo que fue una de sus primeras obras: unos comentarios a los misterios del Rosario, que, con algunos retoques, fueron publicados, en 1934, con el título de Santo Rosario. Desde muy pronto (1930) recogió en algunos cuadernos conclusiones o retazos de su oración personal, con experiencias surgidas de su labor apostólica. Reuniendo algunos de esos apuntes íntimos, compuso en 1932 un colección de pensamientos o puntos de meditación a los que puso por título Consideraciones espirituales; publicados a multicopista y posteriormente (1934) a imprenta, constituyeron un apoyo eficaz para su apostolado y el de quienes le seguían. Revisados y completados con otros, esos puntos de meditación dieron lugar a una de sus obras más conocidas: Camino, que, publicada por primera vez en 1939, ha sido traducida a numerosos idiomas, alcanzado una tirada que supera los cuatro millones y medio de ejemplares.
Vida de san Josemaría/ISSJ


EL SANTO DE LO ORDINARIO

http://www.opusdei.es/es-es/article/biografia-de-san-josemaria-2/


BIBLIOGRAFÍA


Libros sobre el Fundador del Opus Dei:
Portada de El Fundador del Opus Dei. I. ¡Señor, que vea!Opus Dei - “El Fundador del Opus Dei”
El Fundador del Opus Dei”

Biografía completa, escrita por Vázquez de Prada, que considera el punto de vista del biografiado, al hilo de sus propios documentos. Editado en Rialp.
 EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. I. ¡SEÑOR, QUE VEA! (8ª Ed.) Andrés Vázquez de Prada. Rialp.
 EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. II. DIOS Y AUDACIA. Andrés Vázquez de Prada. Rialp.
 EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. III. LOS CAMINOS DIVINOS DE LA TIERRA (2ª Ed.) Andrés Vázquez de Prada. Rialp.


Libros de San Josemaría


FILMOGRAFÍA


Encontrarás dragones
Título original
There Be Dragons
Año
2011
Duración
120 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Director
Roland Joffé
Guión
Roland Joffé
Música
Stephen Warbeck
Fotografía
Gabriel Beristain
Reparto
Charlie Cox, Wes Bentley, Dougray Scott, Unax Ugalde, Olga Kurylenko, Pablo Lapadula, Golshifteh Farahani, Ana Torrent, Alfonso Bassave, Jordi Mollà, Rodrigo Santoro, Geraldine Chaplin, Charles Dance, Juan Cruz Rolla, Alejandro Casaseca, Yaiza Guimare, Jan Cornet, Derek Jacobi, Lito Cruz, Lily Cole, Carlos Leal, Rusty Lemorande
Productora
Coproducción USA-España-Argentina; Mount Santa Fe / Samuel Goldwyn Films
Género
Drama | Guerra Civil Española. Basado en hechos reales. Religión
Web oficial
http://www.therebedragonsfilm.com/
Sinopsis
Robert, un joven periodista que vive y trabaja en Londres, descubre la relación que unió, desde la niñez, a su padre con el sacerdote José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, fallecido en 1975. (FILMAFFINITY)